sábado, 8 de marzo de 2014

La cosa va de fé



Esta entrada puede ser algo chocante para algunas, es algo muy personal e intimo de lo que voy a hablar, pero en el fondo pienso que puede que haya alguien por el mundo que se haya sentido como yo.

Desde pequeña me han inculcado la religión católica, estudié en un colegio católico donde me enseñaron muchos de los valores que poseo como adulta. No me arrepiento para nada, guardo un recuerdo buenísimo de esa etapa. Era un colegio dirigido por un matrimonio muy católico con muchos hijos, situado pared con pared con una pequeña capilla/casa donde vivían monjas. Las monjas nos enseñaban religión y nos proponían  realizar tareas de ayuda a la comunidad. Por supuesto en mi colegio todas las festividades y salidas de excursión tenían connotación católica. Empezábamos el curso yendo todo el colegio a misa y terminábamos igual.

En casa era parecido, si bien mi padre no participaba activamente en la iglesia mi madre y yo sí que lo hacíamos aunque sin pertenecer a ninguna comunidad.

Cuando salí del colegio mi vida católica se limitaba a lo que a muchos, "BBC", bodas bautizos y comuniones (y algún funeral). Respetaba a Dios, a la iglesia y a todo el que practicara pero yo  me limitaba a lo anterior. Los domingos en misa los cambié por dormir :)

Mi marido no tuvo una educación católica tan fuerte como la mía. Pero era muy creyente. Y teníamos pensado casarnos por la iglesia, tener hijos y bautizarlos e inculcarles lo que a nosotros nos inculcaron.

A todo ésto, cuando alcancé mas madurez, cuando pensaba más las cosas, cuando tenía información para debatir, empecé a tener discrepancias con la iglesia. Temas como la homosexualidad, el aborto, los anticonceptivos, etc...en los que no estaba para nada de acuerdo con lo que la iglesia promulgaba como verdad absoluta.

Cuando descubrimos nuestra infertilidad, mi mente, mi cabeza pensante que no para nunca, entró en una especie de dilema. Si bien es cierto que el ser católica no iba a hacer que me decantara por hacer o no hacer un tratamiento, ni mucho menos, pero sí es verdad que no conseguía estar en paz conmigo misma del todo.

Yo no cumplía con muchas cosas que la iglesia decía, esto no iba a ser lo único, pero era algo en lo que la iglesia era tan tajante que me hacía pensar.

No estaba tranquila, no podía estarlo, no me sentía en paz conmigo misma. No era un tema para hablarlo con cualquiera, la mayoría pensaba directamente que mandara lo que dijera la iglesia a la mi****, así sin mas, la mayoría no eran creyentes y les parecía ridículo que a mi pudiera preocuparme algo así.

Un día me decidí hablar con mi madre (la sabiduría de una madre), su opinión en todo ésto era muy importante para mí. Ella es creyente, va a la iglesia todas las semanas, conoce por mi la infertilidad y en qué consisten los tratamientos, es una persona objetiva y clara y por supuesto lo que mas desea en el mundo es mi felicidad...Ella era una persona que poseía toda la información necesaria para darme un consejo que me dejara tranquila, y vaya si lo hizo.

Íbamos caminando por la playa y le saqué el tema, le expliqué lo que la iglesia piensa sobre los tratamientos de reproducción asistida, ella ni tan siquiera había pensado en ello (aquí servidora es una cabeza pensante sin rival). Le dije como resumen..."la iglesia dice que dejemos las cosas a la voluntad de Dios", la frase de respuesta de mi madre (que a todo esto yo ni me esperaba que contestara así) fue..."si todo hay que dejarlo a la voluntad de Dios...¿por qué el Papa va en un coche blindado cuando sale a la calle y no va en un coche normal y que pase la voluntad de Dios?"

¡¡¡AMÉN MAMÁ!!!

Y ahí con esa frase, esa simple frase que puede significar poco, pero que para mi viniendo de mi madre significaba tanto, llegó la calma a mi mente.

Voy a hacer todo lo posible por traer un hijo al mundo, voy a querer a ese hijo con la locura que quiere una madre, voy a enseñarle e inculcarle todo lo bueno que sé y conozco. Voy a enseñarle algunos valores que predica la religión católica, y le enseñaré a pensar y actuar de acuerdo a lo que le toque pasar en la vida, sin inseguridades, sin sentencias, desde el respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Después de todo esa es la educación que yo recibí desde todas las partes, no hay verdades absolutas, no todo es blanco o negro.

martes, 4 de marzo de 2014

Como un juego de cartas


A veces nos sentimos muy perdidas en este sendero. Sin dejar de darle vueltas a las mismas cosas una y otra vez, sin ser capaz de llegar a ninguna conclusión y sacar nada en claro.

Uno de los momentos mas duros de una infértil es el elegir clínica y/o elegir el tratamiento al que nos someteremos cuando existen varias opciones, es estresante, quizás la única parte de todo el proceso que podemos controlar en totalidad, una decisión muy importante que puede significar conseguir o no nuestro ansiado positivo.

Por supuesto todas  (y digo TODAS porque me consta que en la mayoría de los casos es la mujer la que piensa piensa y piensa, la que después de darle todas las vueltas del mundo se lo comenta a su pareja y este responde: "vale, lo que tu decidas estará bien") queremos tomar la decisión correcta, la que nos suponga menos "gasto" tanto físico, emocional y económico, la que tenga mayor probabilidad de éxito. Pero nuestra cabecita no se deja convencer únicamente por pensamientos objetivos, sino que entran en juego miles de sentimientos, de suposiciones, de miedos, aspectos éticos, morales y sociales.

Llegamos a pensar que seria mas fácil que solo hubiese un único camino a tomar, que no tuviéramos varias cartas en la manga y no tuviéramos que decidir con cual de ellas jugaremos la siguiente ronda. Pero tenemos que decidir, es una norma mas de este macabro juego en el que nos ha tocado participar. 

Y sea lo que sea que decidamos estará bien y será lo correcto, porque en los tratamientos de fertilidad no existen las altas probabilidades, ni lo correcto o incorrecto, se trata mas bien de apostar por una partida, jugando las cartas que tienes, con altas dosis de fé y sabiendo que puedes ganar o puedes perder.